Del sismo de 1999 al de 2023, las tribulaciones de la política económica de Erdogan
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, llegó al poder hace dos décadas al calor de la indignación por los efectos del sismo de 1999, y tras el temblor de febrero espera no correr la suerte inversa en los comicios del 14 de mayo, en plena crisis económica.
"Llegaron con un temblor de tierra y podrían verse barridos por otro temblor", afirma Melih Yesilbag, profesor de Sociología de la Universidad de Ankara, refiriéndose a Erdogan y a su partido de corte islamista, el AKP, en el poder desde 2002.
El sismo del 17 de agosto de 1999, en plena noche, mató a más de 17.000 personas en el noroeste del país. El enfado derivado de la catástrofe alimentó un descontento popular que, junto a la crisis económica del momento, ayudó a propulsar al poder a Erdogan.
Ahora, en las elecciones presidenciales y legislativas del 14 de mayo, el presidente y previamente primer ministro espera que no le suceda lo contrario, tras los efectos devastadores del sismo del 6 de febrero, que causó más de 50.000 muertos en Turquía y la vecina Siria.
El profesor Yesilbag recuerda cómo cuando Erdogan llegó al poder "la modernización de las infraestructuras fue una de sus principales promesas".
El terremoto de 1999 dejó en evidencia la pobre calidad de muchas construcciones.
Poco más tarde, Erdogan inauguró un nuevo modelo económico basado en la construcción y las grandes infraestructuras, con un efecto transformador en Turquía.
El resultado fue que en estos 20 años se construyeron más de 10 millones de viviendas, "una cifra insólita", apunta Yesilbag.
"Es más de la mitad de lo que construyeron todos los países de la UE juntos en el mismo período de tiempo".
Algunas de esas viviendas se derrumbaron en el terremoto del 6 de febrero, que sacó a la luz el incumplimiento de las normas de construcción en muchos casos.
- Auge inmobiliario -
El auge de la construcción se aceleró con la crisis financiera de 2008, que llevó a Estados Unidos y a Europa a aplicar tasas cero. Esto propició la entrada de miles de millones de dólares en créditos en Turquía, donde los gobiernos de Erdogan redibujaron la silueta de numerosas ciudades y conectaron las provincias con una red de autovías y aeropuertos.
El frenesí de la construcción permitió además a los turcos menos formados acceder al mercado de trabajo, lo que consolidó la base electoral del AKP.
"Funcionó muy bien", apunta el analista Atilla Yesilada, de la asesoría Global Source Partners. "Esto creó una nueva clase de simpatizantes prósperos del AKP, que se convirtieron en urbanitas y engrosaron la clase media y alta".
La economía turca tuvo un gran crecimiento durante la primera década de Erdogan en el poder, y según el Banco Mundial, el PIB anual per cápita pasó de 3.640 dólares en 2002 a 12.507 dólares en su apogeo en 2013.
El sector de la construcción y las industrias adláteres representaron casi un tercio de ese total.
"El sector de la construcción requiere una importante mano de obra, y a corto plazo genera empleo de forma masiva", explica Osman Balaban, profesor de Urbanismo en la Universidad Técnica de Oriente Medio en Ankara.
- "Relación incestuosa" -
Pero el maná no duró mucho más.
La crisis diplomática de 2018 con Washington y el incremento progresivo de los tipos de interés en Occidente provocó un derrumbe de la lira turca, lo que encareció otro tanto el coste de los créditos en dólares.
Así, "el coste de la construcción se volvió muy elevado", incide Melih Yesilbag.
Y la crisis creó un fenómeno por el que los promotores inmobiliarios siguieron apoyando al gobierno de Erdogan, a cambio de nuevos proyectos.
"Todo esto se transformó en una especie de relación incestuosa, en la que las constructoras se sintieron obligadas a apoyar la reelección de Erdogan", insiste el analista Atilla Yesilada.
El problema es que "con el paso de los años, el sistema ha acabado teniendo un rendimiento negativo", destaca.
Ahora, los analistas afirman que el contrato social con los electores ha quedado roto, en un país con una inflación que en abril era del 43% interanual --tras superar el 85% el pasado otoño, el nivel más alto desde 1998--, y una lira débil que hace a Turquía muy dependiente de los países del Golfo.
Con todo, la polarización reinante puede impedir que el líder opositor Kemal Kiliçdaroglu gane el 14 de mayo.
"Los tremendos daños del terremoto barrieron la imagen de prosperidad que Erdogan y su partido llegaron a imponer", estima Osman Balaban. Y aunque "esto puede influir en las elecciones, no sé si será suficiente para provocar la caída de Erdogan".
E.Leuenberger--NZN