Trump, el acusado que tiene cosas mejores que hacer que estar en su juicio
Sus gestos, su actitud y sus declaraciones lo dejan claro: Donald Trump daría lo que fuera por estar en otro sitio y no en una sala de un tribunal de Nueva York que le impide hace campaña electoral.
En traje y camisa azul, con corbata de rayas del mismo color y su semblante tenso, se volvió a instalar este martes en su silla, detrás de una mesa de madera, por segundo día consecutivo de su juicio penal, el primero a un expresidente en la historia de Estados Unidos.
Tras unos breves intercambios con sus abogados, solo parecen sacarle de su ensimismamiento los objetivos de los fotógrafos que han podido acceder a la sala al inicio de la audiencia.
"Debería estar ahora mismo en Pensilvania, en Florida, en muchos otros estados, en Carolina del Norte, en Georgia haciendo campaña", dijo Trump a la prensa al llegar al tribunal, denunciando una vez más un "juicio que nunca debería haber existido".
La víspera, reprochó al juez de origen colombiano Juan Merchan, que le ha obligado a asistir a todas las audiencias (cuatro días por semana), que no le hubiera permitido asistir a la entrega de diplomas de su hijo o seguir una audiencia que le afecta en el Tribunal Supremo de Estados Unidos la próxima semana.
El expresidente republicano está acusado de ocultar un pago de 130.000 dólares a la exactriz de cine porno Stormy Daniels, para comprar su silencio por una supuesta relación con el fin de que no interfiriera en la recta final de la campaña electoral que ganó frente a la candidata demócrata Hillary Clinton en 2016.
- Cuestionario para los jurados -
En esta jornada dedicada exclusivamente a seleccionar al jurado de 12 personas y seis suplentes, que decidirán su suerte, Donald Trump, reducido al silencio, suele mirar hacia las sillas del jurado a su derecha para escrutarlos uno a uno.
No manifiesta ninguna emoción particular y a veces incluso parece aburrirse, incluso hasta dormitar, ante el desfile repetitivo de ciudadanos anónimos que representan la diversidad de la sociedad neoyorquina y que se han visto lanzados por un sorteo caprichoso a esta vorágine judicial.
Cada uno responde en alta voz al largo cuestionario sobre su situación profesional, familiar, sus aficiones, sus fuentes de información o sus simpatías o antipatías con el acusado.
Tras un momento de una actitud esencialmente pasiva, Donald Trump parece interesarse más activamente en las respuestas de los potenciales jurados, ojeando una copia del cuestionario.
El magnate del sector inmobiliario parece animarse cuando un candidato a jurado responde positivamente a la pregunta "¿Ha leído alguno de los libros escritos por el acusado?", Sí, "El arte de negociar", responde, lo que suscita una sonrisa y una inclinación de cabeza aprobadora de Trump.
B.Brunner--NZN