Las estaciones de esquí de Austria se ajustan el cinturón
El austríaco Klaus Bernert está dispuesto a cualquier sacrificio para dedicarse al esquí, una pasión cada vez más costosa en la estación de Kitzbuhel, conocida por su mítico descenso mundialista.
Para esquiar con la misma intensidad que en los años anteriores, Bernet irá menos veces al restaurante para saborear un "schnitzel", plato austriaco por excelencia.
En Kitzbuhel, como en las otras estaciones de esquí de los Alpes de Austria, el aumento de precios se siente con fuerza.
El costo de la energía es elevado para hacer operar los ascensores mecánicos y los cañones de nieve.
Estos últimos trabajan intensamente desde el amanecer para almacenar la mayor cantidad posible de nieve artificial y aprovechar las tarifas actuales de los contratos de electricidad, antes de la revisión al alza esperada en 2023.
"Creemos que nuestros costos por lo menos van a duplicar esta temporada", teme Anton Bodner, encargado de la empresa gestionaria.
"No tenemos más opción que trasladar esos precios más altos a nuestros clientes", explica a AFP. El boleto de ingreso subió 10% este año.
La estación también redujo sus horarios, abriendo más tarde y cerrando más temprano, y limitó la capacidad de las telesillas para reducir el peso.
- Privaciones -
Por el momento solo se puede acceder a algunas pistas: la apertura general debió ser aplazada a diciembre debido a la falta de nieve tras un otoño especialmente templado.
Ante esos desafíos, el sector, que aportaba 3,9% del PIB nacional antes de ser golpeado por las restricciones del covid-19, quiere mantener el ánimo.
Pero los economistas advierten sobre el impacto de la inflación.
Algunos hogares se plantean desistir de las vacaciones de invierno debido a ello, comentó Oliver Fritz, del instituto Wifo, con base en un sondeo entre 1.000 personas en Austria y Alemania.
"Los que siguen dispuestos a salir de viaje están dispuestos a gastar menos: salir menos a comer en restaurante, acortar el viaje o buscar un alojamiento barato son algunas de las opciones preferidas.
En Kitzbuhel, Klaus Bernert, 58 años se conformará, por ejemplo, con "un schnitzel (escalope de ternera empanado y frito) por semana en lugar de dos".
"Todo se ha encarecido entre un 20 y un 30%. A este ritmo, no podremos permitirnos seguir esquiando", dice Bernert, que espera no verse obligado a "renunciar a ese placer".
Entre la compra de equipo y los billetes para él y otro esquiador de su familia, ha gastado este año "de dos a tres meses de salario".
Sabine Huber, quien vive cerca, prefiere el esquí de fondo, un deporte que no requiere de ascensos.
"Tengo suerte, me sale menos caro. Ciertamente conozco a muchos que están reacios a comprar un pase para esquiar", relató.
- Peligro climático -
Esto aceleró el desinterés de los austriacos con el esquí, que se encarece con el paso de los años.
La conciencia ambiental también aleja a algunas personas de esta práctica, convertida en un reto con el calentamiento global que redujo la duración de las nevadas anuales de un promedio de 40 días desde 1961, según el instituto meteorológico ZAMG.
Si no se adoptan medidas para contener las emisiones de gas de efecto invernadero, podría "caer 25% de aquí a 2100 entre 1.500 y 2.500 metros de altura".
El tema es crucial para la economía austriaca, que podría perder "10.000 millones de euros si el turismo invernal es golpeado severamente por el cambio climático", advirtió el economista de Wifo.
Mientras espera el golpe, Kitzbuhel intenta desafiar a la naturaleza.
"Las estaciones ya no pueden ser viables sin nieve artificial porque la industria del turismo necesita previsibilidad y confiabilidad", insiste Bodner.
Es la única forma de "garantizar a nuestros clientes de que haya esquí desde el inicio de diciembre hasta abril".
A.P.Huber--NZN