Alcaraz fulmina a Cobolli en un duelo en el que llegó a sentirse "invencible"
En un estreno a la altura de la expectación creada, con momentos en los que se sintió "invencible", el número 1 mundial Carlos Alcaraz despachó sin contemplaciones al italiano Flavio Cobolli, 159º mundial y procedente de la clasificación, por 6-0, 6-2 y 7-5, este lunes en Roland Garros.
"Sentía que no podía perder un juego. Me funcionaban los golpes y él no estaba jugando bien. Creo que no tuvo ninguna oportunidad de apuntarse un juego. Me llegué a sentir invencible", declaró en rueda de prensa el español sobre la primera manga, que saldó con un rosco.
El español jugará en segunda ronda con el japonés Taro Daniel (110º), que derrotó con autoridad al australiano Christopher O'Connell (85º), por 6-0, 6-2 y 6-4.
"Conozco el nivel de Taro, está haciendo un gran año, será un duro duelo de segunda ronda y tengo que estar preparado", dijo Alcaraz.
Del '¡Vamos Rafa!' al '¡Carlos, Carlos!', Roland Garros se había guardado su gran recibimiento para el fenómeno de 20 años, aspirante en París a recoger el relevo de su ilustre compatriota, ganador de 14 coronas y que tuvo que renunciar a defender su trono para regenerar su castigado cuerpo y poder despedirse como se merece en 2024.
En plenitud, rapidísimo de piernas, Alcaraz salta a la pista desatado: 3-0 en 11 minutos, el primer set en 26 y el segundo en 27.
Arranca en París en estado de gracia. Acelera el juego o contemporiza, tira una dejada o prueba con un latigazo. Todo le entra, todo le sale ante un Cobolli que suspira y una Suzanne Lenglen rendida al nuevo fenómeno.
- Apretar los dientes en la tercera manga -
'¡Ohhhhh!' se escucha una y otra vez desde unas gradas que ya estaban repletas cuando los jugadores saltaron al calentamiento. Y el español agradece el apoyo casi total -salvo algún ánimo en italiano- con una amplia muestra de su colección de golpes.
Tenía ganas de competir. Tras su eliminación prematura en Roma, se tomó unos días de descanso y luego entrenó en su academia. Desde el jueves lo hacía en Roland Garros, con sus sesiones convertidas en la sensación del primer fin de semana.
Cobolli, que sonreía mirando a su equipo en algunos trucos de magia de su rival, se fue con el consuelo de haber aguantado el tipo en la última manga, con el público ya de su parte, deseoso, sin éxito, de alargar un rato más el espectáculo.
"Estoy muy contento porque que se me ha complicado el tercer set y la manera en la que le he dado la vuelta sin venirme abajo y olvidar los juegos que he tenido para ganar y no lo he hecho", dijo Alcaraz sobre un último rato en el que tuvo que apretar los dientes.
D.Graf--NZN