"Mucho por hacer" en el fútbol indonesio un año después de la estampida mortal
El estadio indonesio donde murieron 135 personas hace un año está vacío pero intacto a pesar de las promesas del gobierno de demolerlo y construirlo en un lugar más seguro.
Las gradas rojas y azules del estadio Kanjuruhan en las afueras de la ciudad de Malang son un recordatorio de lo poco que ha cambiado desde que 135 aficionados, entre ellos 43 niños, murieran aplastados o asfixiados en la estampida del 1 de octubre.
"No hay voluntad política del gobierno o de (la federación de fútbol indonesia) PPSI para mejorar", dice Anton Sanjoyo, un columnista de deportes que participó del grupo de investigación creado tras la tragedia.
El caos se desató en ese estadio cuando la policía disparó gases lacrimógenos a unas gradas atiborradas de aficionados después de que algunos hinchas locales invadieran el campo tras un partido caliente.
Las autoridades indonesias urgieron a solucionar las fallas en el deporte más popular del país, como las pobres infraestructuras, la mala gestión y la violencia, y a depurar responsabilidades.
El grupo de investigación pidió la dimisión de la directiva de la federación pero, semanas después, su presidente Mochamad Iriawan apareció jugando a fútbol con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino.
Iriawan, ex jefe policial de Yakarta, rechazó dimitir y agotó su mandato. El club local, Arema FC, recibió una multa de 250 millones de rupias (16.420 dólares) y dos funcionarios fueron inhabilitados de por vida.
El nuevo presidente de la federación, Erick Thohir (un exministro millonario, miembro del Comité Olímpico Internacional y ex propietario del Inter de Milán), declaró un nuevo capítulo en el fútbol indonesio.
Pero otros, como el crítico Pangeran Siahaan, no están de acuerdo.
"Creo que hemos hecho progresos, pero no creo que sea suficiente", afirma. "Todavía tenemos mucho por hacer", agrega.
- "Lejos de las expectativas" -
El presidente indonesio, Joko Widodo, encargó una auditoría de todos los estadios del país después del desastre, lo que llevó a mejorar algunos recintos que acogerán en noviembre el Mundial Sub-17.
El escenario de la estampida de hace un año estaba destinado a la demolición, pero solo se han desmontado los quioscos y tiendas de su entorno.
En el día de la tragedia se vendieron 42.000 entradas, cuando la capacidad del estadio era de 38.000, según un ministro.
Además, los testigos aseguran que la anchura de las puertas del campo solo permitía el paso a dos personas y que algunas estaban cerradas cuando se produjo la catástrofe.
Arya Sinulingga, miembro del comité ejecutivo de la federación PPSI, asegura que en la renovación de los 22 estadios se están introduciendo mejoras de seguridad y medidas para el control de multitudes.
También están formando a los organizadores de partidos para cumplir los requisitos de la FIFA. "No queremos que el mismo incidente ocurra de nuevo en Indonesia", dice Sinulingga a la AFP.
Pero para Sanjoyo, "las condiciones de seguridad de los estadios como las desea la FIFA están todavía lejos de las expectativas, especialmente en los estadios que no se preparan para el Mundial sub-17".
- Viejos fantasmas -
La federación PSSI raramente menciona la tragedia. "Thohir siente que no tiene la obligación de resolver el caso de Kanjuruhan", afirma Sanjoyo.
Después de dos meses de suspensión, la PPSI reanudó los partidos de liga y luego pagó 5 millones de dólares para llevar a la selección argentina campeona del mundo para un amistoso en Yakarta en junio.
"Con suerte, el fútbol indonesio ha tomado una mejor dirección", dice el comentarista y ex seleccionador nacional de fútbol sala Justinus Lhaksana. "Se han hecho esfuerzos de todas las partes para alcanzar un clima deportivo favorable".
Por ejemplo, la solidaridad entre aficiones aumentó desde la tragedia y los seguidores son más conscientes de su seguridad, dice Pangeran Siahaan.
Pero, aunque se ha prohibido la presencia de la afición visitante en muchos partidos debido al temor de violencia de los grupos ultras, han estallado peleas entre hinchadas rivales.
En febrero, la policía intervino con gases lacrimógenos contra unos aficionados que intentaban entrar a un estadio donde se prohibió su entrada. No hubo heridos, pero el incidente reavivó viejos fantasmas.
"Solo espero que las víctimas sean siempre recordadas y esto sea un desencadenante para que el clima deportivo sea mejor", dice Lhaksana.
"No dejemos que pase otra vez, no dejemos que hayan muerto en vano", desea.
W.Odermatt--NZN