La doble vida de Nick Kyrgios
Mientras la mayoría de sus colegas del circuito viven por y para el tenis, Nick Kyrgios ha edificado un muro entre el jugador y el hombre de diario. Pero cuando sobre la pista el segundo gana la batalla al primero, el caos suele rondar cercano.
"Ninguno de ustedes me conoce realmente. Ustedes no pasan tiempo conmigo, ustedes no ven lo que ocurre sobre la pista", lanzó el australiano de 27 años, rival de Rafa Nadal el viernes en semifinales de Wimbledon.
"Yo intento realmente separar los momentos: fuera de la pista tomo tiempo con mi equipo, mi novia, después, cuando entro a la pista, me pongo en modo partido", explicó.
El problema es que fuera de la pista, su modo de vida no parece el de un deportista de alto nivel, lo que según otros jugadores le ha impedido presentar un palmarés más brillante.
En su primer Wimbledon, en 2014, un torneo al que llegó invitado, alcanzó los cuartos de final, después de haber eliminado a Nadal en octavos.
Pero desde entonces sólo estuvo presente en otra ocasión en cuartos de un Grand Slam (Abierto de Australia 2015) y sólo este año alcanzó la semifinal de un 'Grande'.
- Del pub a la pista -
"Hubo una vez en que vinieron a buscarme a un pub a las 4 de la mañana para ir a jugar contra Nadal en segunda ronda (de Wimbledon). Fue necesario que mi agente viniese a sacarme del pub a las 4 para que fuese a la pista Central...", confiesa.
Aquel famoso partido lo perdió en cuatro sets, con dos tie-breaks. Era en 2019, año en el que, según recuerda, tuvo pensamientos suicidas.
Aunque parece haber dejado atrás ese periodo negro, sobre las pistas sigue dando la sensación de ser una olla a presión a punto de explotar. Como sucedió en su duelo de tercera ronda ante Stefanos Tsitsipas, cuando transformó el partido en un "circo", según las palabras del griego al término del mismo, cuando tachó al australiano de "abusón" con un "lado demoníaco".
Las críticas arreciaron luego de ese partido, pero no es algo que vaya a hacer cambiar a Kyrgios.
"Eso me hace matarme de risa. Bromeamos con ello con mi equipo. Es hilarante. Leo las cosas al despertarme y me parto", comenta.
Una de sus defensas consiste en afirmar al árbitro que él es la estrella por la que la gente va a ver el partido. Aunque desde entonces rebajó el tono en las siguientes rondas.
- Sin entrenador -
"Me encuentro bien, sereno, maduro... Estoy bendecido. Me encuentro bien conmigo mismo", declaró antes de verse las caras con Nadal, destacando el papel jugado por su equipo de trabajo.
Sin entrenador porque "no querría poner ese peso sobre los hombros de nadie" y porque "nadie conoce tan bien mi tenis como yo", pero con su fisio, que es "uno de sus mejores amigos", su agente, que es su "mejor amigo", y "la mejor novia posible".
Él siente ese nuevo bienestar, como contó al término de su duelo de octavos ante Brandon Nakashima: "Es probablemente la primera vez en mi carrera en que, aunque no jugaba muy bien, logré decirme 'Wow, mira a dónde has llegado. Estás en Wimbledon y estás logrando una buena actuación mentalmente'. Fue agradable".
Por el buen camino (aunque deberá comparecer delante de un tribunal de Canberra a comienzos de agosto por agresión), el australiano, que afila su mentalidad de competidor jugando al básquet en su casa "con tíos que son unos perros", no ha asimilado aún todos los códigos del tenis, y aún menos los del muy tradicional All England Lawn Tennis Club, que impone un traje para jugar de blanco en su casi totalidad.
¿Y su entrada a la pista con zapatillas de básquet rojas, que sustituyó por otras blancas justo antes de jugar?
"Hago lo que veo", afirmó. "No estoy por encima de las reglas, me gusta llevar mis Jordan. Si me dicen algo la próxima vez me las pondré blancas.
A.Ferraro--NZN