Los contrabandistas se convierten en guías de desertores en el oeste de Ucrania
Entre montañas y frondosos bosques, un perro juguetea en la orilla del río que marca la frontera entre Rumania y Ucrania. Aunque el paisaje es idílico, al menos 39 hombres murieron ahogados en la zona por intentar huir de la movilización militar obligatoria para la guerra.
A falta de suficientes hombres en el frente oriental, donde su ejército soportaba los ataques rusos, Kiev aprobó en mayo una ley de movilización para reforzar el ejército.
Al no tener ya derecho a salir del país, muchos hombres en edad de ser llamados a filas intentan cruzar el río Tysa a nado, en el oeste del país, a veces arriesgando sus vidas.
"Cada 24 horas vemos a alguien intentando cruzar", comenta Oleg Selezniov, acariciando al pastor belga de la brigada canina cerca del pueblo fronterizo de Veliki Bichkiv.
Este guardia fronterizo de 32 años sabe que los rápidos pueden ser traicioneros, especialmente de noche. "Salvamos a muchos que pensaban que la travesía sería fácil", relata.
A lo largo del río, que atraviesa la región montañosa y salvaje de Transcarpatia, los guardias fronterizos no escatiman esfuerzos -apoyados por drones de vigilancia térmica, torres de control y centinelas apostados en los afluentes- para detener a los fugitivos.
Puestos móviles patrullan la región para verificar los documentos militares de los hombres, movilizar a quienes no están en regla y localizar a aquellos que intentan huir.
Pocos logran cruzar aseguran los guardias fronterizos ucranianos. Y, según ellos, al menos 39 perdieron la vida en el intento.
Sin embargo la policía fronteriza rumana afirma haber registrado cerca de 15.000 cruces ilegales desde el inicio de la guerra en febrero de 2022.
- Tierra de nadie -
Las orillas del Tysa son ahora una tierra de nadie protegida por cientos de kilómetros de alambre de púas donde los contrabandistas se han adaptado.
Para ellos el negocio de pasar personas es "más rentable y menos arriesgado que el contrabando", destaca Oleg.
El precio promedio para cruzar son 15.000 dólares, añade.
En las calles de Veliki Bichkiv las villas lujosas y de mal gusto se alinean a lo largo de la carretera que forma la frontera. Aquí no es raro ver coches con matrículas rumanas o húngaras.
En el aparcamiento de un pequeño supermercado cajas de madera apiladas permiten saltar un alambre de púas aplastado, sin ninguna vigilancia.
A 50 kilómetros de allí, Vasil, de 58 años, está sentado en un banco de la estación de tren de Rakhiv. Con una incipiente barba gris en sus mejillas curtidas y un sombrero de tela, espera a los clientes.
"Los llevo al puente en mi coche. Cruzan, les digo adiós con la mano y ya no nos conocemos", relata este excontrabandista de cigarrillos.
Entrevistado por AFP fuera de la vista indiscreta, se jacta de tener "cuatro o cinco clientes al día".
Pero, abunda, "es mejor cruzar los domingos. En Rumania los guardias ya estarán todos borrachos".
H.Roth--NZN